La reforma laboral impulsada por el gobierno de Gustavo Petro sigue tambaleándose en el Congreso, y lo único claro en este enredo legislativo es la incertidumbre que enfrentan los trabajadores y empresarios del país. Mientras el Ejecutivo insiste en que la reforma es la salvación para la clase obrera, la realidad apunta a que podría convertirse en un obstáculo para la generación de empleo.
El proyecto, que promete mejores condiciones para los trabajadores, enfrenta una fuerte resistencia en la Comisión Séptima, donde ya se presentó una ponencia negativa. Los críticos advierten que, en lugar de fortalecer los derechos laborales, esta reforma podría ahuyentar la inversión y obligar a muchas empresas a cerrar o reducir su nómina. ¿A quién beneficia entonces?
Mientras el gobierno juega a la revolución, los trabajadores enfrentan un dilema: ¿es mejor quedarse con un empleo estable, aunque no ideal, o arriesgarse a perderlo por culpa de una reforma que suena bonita en el papel pero que no tiene sustento en la realidad económica? Al parecer, la receta del oficialismo es subir costos, ahogar a los empresarios y cruzar los dedos para que mágicamente haya más empleo.
El Congreso se prepara para un debate que promete ser un ring de boxeo político. Pero, como siempre, los grandes afectados serán los ciudadanos, que ven cómo su futuro laboral se convierte en moneda de cambio en los juegos de poder de los de siempre. ¿Reforma o ruina? Esa es la gran pregunta que nadie en el gobierno parece querer responder.