En Bucaramanga, la paciencia se agotó como el cupo de los parqueaderos que la Sociedad de Activos Especiales (SAE) confiscó hace cinco años… y que hasta el sol de hoy siguen más abandonados que las promesas en campaña. Cansados de esperar milagros de escritorio, los comerciantes del Sanandresito Centro salieron con cacerolas, vuvuzelas y rabia acumulada, bloqueando vías estratégicas como la calle 36 y la carrera 15. Porque cuando el Estado no responde, la ciudad se detiene.
La protesta no fue un acto vandálico, fue una carta abierta con signos de exclamación. Durante años, los negocios han perdido clientela porque, ¿quién se atreve a comprar en una zona donde ni el carro cabe, ni el gobierno aparece? Los comerciantes han soportado desalojos, improvisaciones y excusas disfrazadas de tecnicismos jurídicos, mientras la SAE duerme plácidamente sobre un predio que parece invisible para la administración municipal.
Y hablando de la administración, su reacción fue tan tibia como de costumbre: enviar unos funcionarios con cara de “no sé qué hago aquí”, y prometer nuevamente lo que ya prometieron hace tres alcaldes. ¿Una mesa de trabajo? Claro, la número 87, porque aquí las reuniones abundan… lo que escasea son las soluciones. A este paso, habrá más mesas de trabajo que clientes en los locales afectados.
Pero lo verdaderamente insólito es que los comerciantes, además de perder ventas, ahora tengan que disculparse por haber cerrado calles. Como si reclamar dignamente fuera una ofensa. Aquí el desorden no lo provocó el pueblo: lo provocó el abandono. Y si el alcalde o la SAE quieren hacer algo útil, que bajen de sus oficinas climatizadas y caminen una cuadra entre los negocios vacíos. Quizá ahí sí comprendan que esta no es una protesta: es un grito con megáfono que dice “¡ya basta!”.
