En una movida digna de una novela política, una reciente tutela ha ordenado a la Alcaldía de Bucaramanga transferir recursos a la Contraloría. El espectáculo no podría estar más encendido, mientras los ciudadanos se preguntan: ¿quién realmente administra la ciudad?
La noticia cayó como un balde de agua fría. Según el fallo, la administración local, encabezada por Jaime Andrés Beltrán, ha estado jugando al escondite financiero con la Contraloría. Al parecer, las cuentas no cuadran, pero las excusas sí sobran.
“La tutela evidencia una preocupante falta de compromiso con la transparencia y el cumplimiento de las obligaciones financieras básicas”, señaló un experto que prefirió el anonimato. ¿Compromiso? Parece que los gobernantes de turno entienden esa palabra como ‘un buen café en la mañana y olvidar las responsabilidades por la tarde’.
Mientras tanto, los ciudadanos de Bucaramanga siguen enfrentándose a un panorama caótico: sistemas de transporte que no funcionan, trabajadores impagos y una gestión que prefiere el espectáculo al trabajo real. Y ahora, la Contraloría, el ente encargado de velar por la correcta administración de los recursos públicos, tiene que recurrir a una tutela para que le transfieran lo que por derecho le corresponde.
«Esto es el colmo», comenta un ciudadano indignado. «Primero, no resuelven los problemas de la ciudad, y ahora no cumplen ni con los entes de control. ¿Qué sigue? ¿Organizar rifas para pagar los sueldos de los empleados públicos?»
El fallo de la tutela es un llamado de atención contundente, aunque no parece haber resonado mucho en los pasillos del poder local. Las reacciones han sido un silencio ensordecedor, un clásico de aquellos que prefieren ignorar las problemáticas en lugar de enfrentarlas.
Mientras tanto, los bumangueses tienen una nueva razón para sentirse frustrados. Entre la falta de resultados, los discursos vacíos y ahora el escándalo de la tutela, solo queda preguntarse: ¿quién manda aquí? ¿El alcalde o el caos?
Desde este medio, seguiremos atentos a los giros que tome esta telenovela política. Porque, al final, los ciudadanos merecen algo más que promesas incumplidas y excusas creativas.