Bucaramanga, la ciudad de los parques, parece haberse convertido en el epicentro del ahogo tributario. Mientras los gremios empresariales ruegan como si estuvieran en la última escena de un drama mexicano por más plazo para pagar el impuesto predial, las autoridades locales se hacen los sordos. Sí, esos mismos que prometieron en campaña “trabajar por el pueblo”.
¿Acaso alguien en el despacho del alcalde se detuvo a pensar en la realidad económica? ¿O están demasiado ocupados contando billetes en lugar de medir la desesperación en los hogares bumangueses? Porque, para sorpresa de nadie, subir impuestos y exigir pagos exprés parece ser el único «plan de reactivación económica» que conocen.
“Es insostenible”, gritan los gremios, y tienen razón. Empresarios y ciudadanos llevan meses lidiando con una economía que apenas se tambalea después de la pandemia, y ahora les tiran esta bomba fiscal sin anestesia. ¡Eso sí, los intereses de mora sí que llegan a tiempo! Como si la deuda del ciudadano común financiara los grandes banquetes en los palacios del poder.
¿Qué tal si los gobernantes lideran con el ejemplo? ¡Que empiecen ellos pagando sus prediales puntualmente, y de su propio bolsillo, no con las arcas públicas! Mientras tanto, el ciudadano sigue siendo el burro de carga, obligado a soportar impuestos desproporcionados en una economía que apenas respira.
Señores del poder, aquí va un recordatorio con sabor a sarcasmo: “Trabajar por el pueblo” no significa desplumarlo.
