mEn un despliegue de eficiencia sin precedentes, el flamante ministro del Interior, Armando Benedetti, ha logrado lo que pocos: gastar $2.222 millones de pesos en tan solo un mes. ¡Quién diría que la burocracia colombiana podría moverse a tal velocidad cuando se trata de contratos directos y prestación de servicios!
La mayoría de estos 31 contratos, otorgados con la misma rapidez con la que se esfuman los sueños de transparencia, están destinados a engrosar la ya robusta nómina del ministerio. Porque, claro, lo que el país necesita en tiempos de austeridad es más personal en oficinas gubernamentales.
Pero Benedetti no se detiene ahí. Ha tenido el tino de nombrar en cargos clave a personajes con trayectorias tan cuestionables que hacen que los ciudadanos se pregunten si el criterio de selección incluye una cláusula de “controversia garantizada”.
Mientras tanto, los colombianos de a pie seguimos esperando que esa misma diligencia se aplique a resolver problemas reales. Pero, al parecer, en el Ministerio del Interior, la prioridad es otra: demostrar que cuando se trata de gastar, no hay tiempo que perder.
