Bucaramanga, Colombia – En la pintoresca ciudad de Bucaramanga, conocida por sus parques y brisas, los pacientes trasplantados se enfrentan a una nueva y emocionante aventura: sobrevivir sin medicamentos esenciales. Porque, ¿qué mejor prueba de fortaleza que desafiar al destino sin inmunosupresores?
El Comité de Trasplantes de la Fundación Cardiovascular de Colombia (FCV) ha lanzado una «cordial» invitación a las autoridades para que consideren, si no es mucha molestia, garantizar la entrega de medicamentos como Tacrolimus y Micofenolato. Estos caprichosos fármacos, al parecer, son solo un lujo para quienes han recibido un órgano nuevo.
Mientras tanto, en las altas esferas del poder, nuestros diligentes gobernantes debaten si la falta de medicamentos es culpa de las empresas privadas o de una gestión estatal impecable. El superintendente de salud, Luis Carlos Leal, en una muestra de proactividad sin precedentes, ha realizado inspecciones sorpresa a distribuidores de medicamentos, señalando errores en la entrega. Por su parte, las empresas se defienden alegando escasez de recursos y falta de pagos del Estado. Un juego de «ping-pong» administrativo que, sin duda, mantiene entretenidos a los pacientes en sus camas de hospital.
Y mientras los pacientes trasplantados esperan con ansias el desenlace de esta telenovela burocrática, algunos ya han comenzado a despedirse de sus preciados órganos nuevos. Total, ¿quién necesita un riñón funcionando cuando se tiene la emoción de la incertidumbre? El doctor Luis Eduardo Echeverría, jefe de falla cardíaca y trasplante cardíaco de la FCV, comenta con ironía: «Es un desastre esto que está pasando en los últimos meses de forma sistemática y que ya nos está costando vidas. Ya hay pacientes que han muerto por la no entrega de medicamentos».
Así que, queridos ciudadanos, celebraremos la eficiencia de nuestro sistema de salud y la diligencia de nuestros líderes. Porque en Bucaramanga, la vida después de un trasplante es solo para los verdaderamente valientes.
