En el corazón del Catatumbo, donde la esperanza parece más escasa que un día sin noticias de corrupción, millas de desplazados luchan por sobrevivir. Pero no se preocupen, nuestros líderes ya encontraron la solución: ¡la solidaridad! Sí, han decidido que la mejor forma de atender esta crisis humanitaria es pedirle al pueblo que saque de sus bolsillos lo que los gobiernos nunca supieron administrar. ¿Genial, verdad?
Las imágenes de cientos de familias desplazadas buscando refugio son desgarradoras, pero para las oficinas climatizadas de los mandatarios, esto es solo otro tema en la agenda, justo después de planear su próxima foto en redes sociales. Porque claro, la verdadera acción social no es gestionar políticas públicas eficientes, sino lanzar campañas de donaciones mientras la gente muere de hambre.
«Estamos trabajando incansablemente», dicen, mientras posan para las cámaras con las manos en el pecho, simulando preocupación. Pero, ¿trabajando en qué? ¿En redactar comunicados o en perfeccionar el arte de la indiferencia institucional? La realidad es que en el Catatumbo no faltan recursos, faltan gobernantes con vergüenza.
Los desplazados del Catatumbo no necesitan caridad; Necesito soluciones reales. Pero en un país donde la prioridad parece ser tapar los huecos con promesas, la solidaridad se convierte en el pretexto perfecto para no asumir responsabilidades.
Mientras tanto, la gente sigue esperando que algún día las instituciones cumplan su función. Pero no se preocupen, siempre nos quedará el «gran esfuerzo solidario». Porque, al final, para eso estamos los ciudadanos: para solucionar lo que el Estado no quiere, no puede o no sabe hacer.
