En el departamento de Santander, el dengue no espera trino de redes sociales ni promesas de expertos en tarima: ya cobró dos vidas confirmadas, con al menos cuatro más en estudio, y alrededor de 6.300 contagios hasta la primera semana de junio. Mientras tanto, los encargados de la salud local parecen más ocupados documentando sus visitas domiciliarias que salvando vidas reales.
No satisfechos con las cifras, los altos mandos —quienes parecen creer que los brotes se combaten con hashtags— reportan que más de 2.000 de esos contagios son casos graves. Y claro, lo más práctico es recordar a la gente que evite llantas llenas de agua o floreros olvidados… como si la solución recayera solo sobre los ciudadanos, mientras ellos posan para la foto con baldes y tapabocas.
Desde los balcones oficiales, el secretario de Salud nos regala su célebre consejo: “eliminen criaderos y eviten automedicarse”. ¡Vaya ingenio preventivo! Más vale que sepan recitarlo de memoria, porque sus campañas de fumigación se ven más en titulares que en los barrios que reportan mayor incidencia, como Bucaramanga, Floridablanca y Girón.
Y mientras a los ciudadanos les piden dedicar su domingo a vaciar baldes, las autoridades aseguran haber realizado más de 13.800 visitas domiciliarias y que han hecho “control químico y comportamental”. Traducido a tierra fértil: los gestores del desastre sanitario se echan flores por la fábula de eficiencia que ellos mismos redactan.