Después de más de 15 años de puro cuento, el famoso Par Vial de las calles 54 y 55 vuelve a escena como si fuera la gran solución a todos los males de Bucaramanga. Con bombo, platillo y mucha rueda de prensa, la Alcaldía revive este viejo sueño urbanístico que más parece pesadilla para los ciudadanos que están a punto de perderlo todo… menos la paciencia.
Porque no se trata solo de hacer vías, sino de cómo se pisotean los derechos de más de cien familias, cuyo único pecado fue vivir en el lugar equivocado en el momento más oportuno para la burocracia. ¿Expropiaciones disfrazadas de «utilidad pública»? ¿Cambios misteriosos en la clasificación de predios que de un día para otro valen la mitad? Todo en nombre del desarrollo, claro… pero desarrollo para quién.
Y como si fuera poco, aparece en escena un terreno vinculado a una iglesia frecuentada por el mismísimo alcalde. ¿Coincidencia? Seguramente. Así como también es coincidencia que los afectados aún no reciban respuestas claras, compensaciones justas o siquiera una cita con el secretario de Planeación. Mientras tanto, las promesas fluyen más rápido que el tráfico que dicen querer mejorar.
Los bumangueses ya no comen cuento. Este no es un proyecto de ciudad: es un monumento al clientelismo, a la improvisación y al desprecio por la gente. Que no se les olvide: la ciudad no se construye a punta de retroexcavadoras, sino con respeto. Y de eso, este par vial viene bastante escaso.